jueves, 14 de julio de 2011

Reto nº 6 "One for All": Giant Pink Lady Cupcake

Este mes, la receta para la propuesta mensual del reto "One for All", en el que llevo participando ya cuatro meses, me tocaba elegirla a mí. No sabía muy bien qué receta proponer a mis compañeras de reto, puesto que a fin de cuentas yo sólo me estoy iniciando en esto de la repostería, pero en "One for All" me codeo con chicas que saben mucho sobre repostería y que hacen auténticas maravillas en este campo del mundo culinario, y quería estar a la altura. Revisé mi lista de Favoritos, donde guardo todas aquellas recetas que me han gustado en otros blogs y que me gustaría poder hacer algún día, y cuando me hallé de nuevo ante los Pink Lady Cupcakes que encontré a finales de Mayo en "El rincón de Bea" supe que la receta escogida debía ser esa, primero, por originalidad, y segundo, por ese color rosa que me chifla y que predomina en muchos de los postres que he publicado en el blog (véanse el Strawberry Angel Food Cake y el Pudding "Cursi" de Panteras Rosas, por ejemplo).


Esta receta la he hecho junto a mi amiga Elisa. Ya os hablé de ella en la primera entrada del blog, así que ya sabéis que además de amigas, somos vecinas en nuestro lugar de veraneo. Pues bien, esta semana estuve pasando unos días en el apartamento, y coincidí allí con ella. Este año hemos quedado muchas veces en Valencia a comer y a pasear con nuestr@s peques, y ha ido siguiendo la evolución del blog y de mis aficiones culinarias, así que a los pocos días de llegar, hablamos de cocinar algo juntas. Yo le propuse la realización de esta receta, y a ella le entusiasmó la idea.

El sábado pasado fui a comprar los ingredientes para hacer esta receta y, de regreso a casa, pasé por el supermercado Iceland a echar un vistazo. En su blog, Bea siempre habla maravillas de este sitio, y además, Cynthia, con quien he coincidido en la playa estos días y me ha parecido encantadora, me había dicho que tenían muchas cosas para repostería, así que era delito que teniendo uno relativamente cerca de mi apartamento no me hubiera pasado aún por allí. No había comprado papeles para cupcakes por si acaso los encontraba allí decorados de manera original, pero encontré algo mucho mejor:







Este molde es para realizar un cupcake gigante, de un tamaño 25 veces mayor que un cupcake convencional. Se hornea por una parte la base y por otra el copete, y luego se monta para formar el giant cupcake. Inmediatamente, se me encendió la bombilla: ¿y si en vez de hacer Pink Lady Cupcakes, hago un único Giant Pink Lady Cupcake? Pensé que no sería mala idea, y cargué el molde en mi carro sin pensármelo dos veces. No era barato, pero bueno, quienes tenéis esta afición sabéis tan bien como yo que es un hobbie caro, tanto por ingredientes, como por moldes y accesorios para elaborar las recetas. Compré, además, buttercream de Betty Crocker, y un montón de elementos decorativos comestibles, que no había visto jamás en otros sitios. Resultado: fui sólo a echar un vistazo y salí con el carro lleno, jejejejejeje. Suele pasar, ¿no?

Y el lunes, llegó el día. Después de comer, nos juntamos en su casa para hacer la receta, dado que ella sí tenía la Thermomix en el apartamento, y yo no. No me costó mucho adaptar la receta de Bea a mi máquina, es más, lo hice sobre la marcha. Tripliqué los ingredientes para poder tener suficiente masa para rellenar el molde... y me sobró una poquita, pero la horneamos también en un molde básico, jijijiji. Sin más preámbulos, a continuación tenéis la receta:




GIANT PINK LADY CUPCAKE


* Ingredientes:



- 450 gramos de harina para repostería.
- 255 gramos de mantequilla a temperatura ambiente.
- 525 gramos de azúcar.
- 16 gramos de levadura (un sobre).
- Una pizca de sal.
- 510 gramos de frambuesas.
- 9 claras pasteurizadas (un bote de Mercadona).
- 120 ml de leche.


- Buttercream (para decorar).


- Perlas comestibles y/o sprinkles para decorar (a gusto del consumidor).


* Modo de elaboración (con Thermomix):





0) Precalentar el horno a 170ºC (como en el horno de mi amiga sólo se podía programar en intervalos de 50, lo programamos a 200ºC).

1) Poner en el vaso de la Thermomix el azúcar, la harina, la sal y la levadura. Programar 30 segundos a velocidad 5, y, a continuación, 30 segundos a velocidad 10. Reservar.

2) Poner en el vaso las frambuesas y triturar 30 segundos a velocidad progresiva 5-7-9, hasta que veamos que hemos obtenido un puré.

3) Añadir la mantequilla cortada en cuadraditos. Programar sin tiempo la máquina a velocidad 3 y 1/2 e ir añadiendo cucharadas de la mezcla de azúcar, harina, sal y levadura reservada, en intervalos de entre 10 y 15 segundos. Una vez hayamos acabado de introducir la mezcla, si vemos que no se ha mezclado bien (que por la densidad y cantidad de ingredientes será lo más probable), subir a velocidad 6 y dejarla que funcione un par de minutos.

4) Mientras que la máquina termina de batir la mezcla anterior, batir sin excesivo brío en un bol las claras con la leche, hasta que quede una mezcla homogénea.

5) Una vez haya acabado el programa, añadimos un tercio de la mezcla de claras y leche, y programamos 30 segundos a velocidad 5. Añadir otro tercio y volver a programar igual. Añadir el tercio restante y programar de la misma manera.

6) Introducir la mezcla en el molde, que previamente se habrá engrasado con aceite de girasol. Introducir el molde en el horno, y dejar que se hornee hasta que, cuando le pinchemos con un palito largo sobre varios puntos, éste salga completamente limpio. Sacar y dejar enfriar antes de desmoldar.

7) Rellenar el giant cupcake con buttercream, para que se quede bien pegado el copete. Untar de buttercream el copete y decorar al gusto.





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Os gusta cómo nos quedó? La verdad es que yo estoy contentísima con el resultado, porque entre que la receta era novedosa, que la adaptación a la Thermomix era de cosecha propia y que era la primera vez que utilizaba ese molde, tenía mis dudas sobre cómo quedaría, así que me siento muy orgullosa, la verdad.

Pero lo mejor no quedó aquí. Lo mejor fue cuando cortamos el giant cupcake... ¡¡oooooohhhhhh!!


A simple vista, parecía que estuviera crudo. A mí casi me da un pasmo: si había pinchado casi que punto por punto la mezcla antes de sacarla del horno, y el palito salía sin mácula ninguna, ¿dónde había estado el fallo? Fue cuando lo probamos cuando nos dimos cuenta de que no había fallo alguno, no estaba crudo, de ninguna manera. Simplemente, al hornear una mezcla con más de medio kilo de fruta en un molde tan grande, en su interior, la mezcla se había gelificado. Aún así, conservaba textura de bizcocho en el contorno, y era conforme se adentraba, conforme se notaba que se perdía paulatinamente, de tal modo que, aunque con textura más parecida al pudding en el corazón del giant cupcake, no perdía su esencia, textura y sabor de bizcocho, en conjunto. Tiene un intenso sabor a fruta que, combinado con esa extraordinaria textura, lo hace digno de un banquete para reyes.

Antes de irme, me gustaría invitaros a que miréis los blogs de las compañeras de reto que participan este mes, para contemplar sus pink lady cupcakes: Carmen, Bárbara, Adela, Ruth, Maleka, Isabel, Tamara y Bea. También aprovecho para nombrar "retadora" del 7º Reto "One for All" a Maleka.

Hoy me ha quedado una entrada larguísima, hay que ver cuantísimo me enrollo, jejejejeje. Espero que estéis pasando un estupendísimo verano. Yo sigo en el apartamento, así que no os molestéis si no entro en vuestros blogs a comentaros, leeros os sigo leyendo pero no doy más de mí. Y aunque mi ritmo de publicación seguirá siendo bajo, como mi amiga Elisa y yo hemos acordado quedar más veces a lo largo de este tiempo para cocinar, espero poder compartir esas recetas con vosotr@s. ¡¡Besitos múltiples a tod@SSS!!

lunes, 4 de julio de 2011

¡¡Feliz cumpleaños, triprincesas!!


Fue el 28 de Enero de 2009 cuando un pipitest me confirmó lo que sospechaba desde hacía días: estaba en estado de buena esperanza. Mi marido y yo deseábamos con todas nuestras fuerzas ser padres, así que acogimos el positivo con una ilusión inmensa.

La primera ecografía me la hicieron estando embarazada de 6 semanas justas. Apenas se vio nada en la pantalla, un pequeño "garbanzo", pero el ginecólogo me insistió en que, viendo los resultados de mi análisis de sangre, no era fiable lo que se veía, puesto que el índice de la hormona del embarazo era altísimo. Una semana más tarde, acudí al servicio de urgencias del hospital por dolor agudo abdominal, y me hicieron una segunda ecografía, en la que se apreciaron dos embriones. No obstante, cuando salí de allí y me fui a casa de mis padres a darles la buena nueva, al enseñarle a mi madre la foto de la ecografía, ella me dijo:-"Aquí se ven tres embriones". Pero yo, como el médico había dicho que eran dos, y que la tercera mancha sospechosa de la ecografía era la placenta, hice caso omiso de aquel comentario de mi madre, que resultó tener más razón que una santa. En la 9ª semana de embarazo, en una ecografía de control rutinario de embarazo, cuando la ginecóloga terminaba de hacerme la ecografía, mi madre le preguntó por una mancha que se movía en la parte superior de la imagen... -"Un momento"- dijo la médico, y yo temí que algo no fuera bien. Miré a mi marido y su cara era un fiel reflejo de la mía, se había asustado. Y finalmente, miré a mi madre, y cuando la vi llorar y musitar:-"Yo lo dije, yo dije que eran tres...", supe qué era lo que pasaba exactamente.

Si bien al principio sufrimos un shock (¡¡íbamos a ser padres... de tres bebés de golpe!!), enseguida nos ilusionamos con la idea. Lo dijimos a toda la familia y amigos enseguida, muchos pensaron que les estábamos tomando el pelo, pero en general, todos se alegraron mucho y se volcaron con nosotros.

Salvo las náuseas y la acidez de estómago, tuve un embarazo idílico, sin excesivas molestias, todo marchaba sobre ruedas y yo me sentía, ante todo, feliz de que me hubiera tocado a mí ser trimami. En la semana 17 de embarazo, una ecografía confirmaba que eran tres niñas, tres princesas. En un foro de mamis múltiples donde comencé a participar en mi embarazo, las bautizaron como "las triprincesas", y hasta hoy, familia y amigos cuando hablamos de ellas así les llamamos. A los pocos días de confirmarnos su sexo, ya les pusimos nombre: Elisa, Isabel y Elena; aún no teníamos claro a quien de ellas le pondríamos cada cual, decidimos dejarlo para más adelante. Teníamos mucho tiempo... eso creíamos. El destino nos tenía reservados otros planes.

En la madrugada del 17 de Junio de 2009, estando embarazada de 25 semanas, me desperté de madrugada mojándome, y con un dolor inmenso en el pubis. Encendí la luz de mi dormitorio y grité, horrorizada, al ver que lo que me resbalaba por las piernas era sangre pura. Mi marido rápidamente llamó al 112 y no tardó en venir la ambulancia a por mí y trasladarme de urgencia al Hospital La Fe, donde me llevaban el embarazo. Allí la ginecóloga de guardia me confirmó que estaba de parto, totalmente dilatada (yo no entendía nada: ¡¡si no sentía ni un dolor ni medio!!), y, junto con otra compañera del servicio Materno-Infantil, deliberó si merecía la pena intentar pararme el parto o si me metían directamente al paritorio, pero claro, eran muy pocas semanas de gestación, y naciendo en aquel momento las niñas tenían pocas posibilidades de sobrevivir, y, en caso de hacerlo, lo harían con grandes secuelas y dificultades. Así que decidieron intentar pararme el parto con medicación (a tiempo de meterme al paritorio, siempre estaban). Tras cuatro horas monitorizada y siendo medicada por vía intravenosa, y por vía sublingual y oral, lo lograron.

Me dejaron ingresada haciendo reposo absoluto, con prohibición de levantarme de la cama para absolutamente nada; me dejaron claro que ya no saldría del hospital sin haber tenido a las triprincesas. Los médicos fueron muy tajantes conmigo y mi familia, y nos explicaron que, dado que tenía el cuello del útero totalmente borrado, y las pocas semanas de gestación en las que me hallaba, probablemente mi gestación acabaría en pocos días, y mis hijas morirían, puesto que no estaban lo suficientemente desarrolladas como para sobrevivir.

Fueron días durísimos, de miedo, de incertidumbre, de DOLOR, en mayúsculas, sí. Todos nuestros familiares y amigos se volcaron con nosotros y nos brindaron sus ánimos, sus oraciones, sus energías positivas... Todo. Nunca les podremos agradecer todo cuanto hicieron por nosotros.

Contra todo pronóstico, pasó una semana. Y otra. El parto estaba completamente parado, yo seguía haciendo el reposo según lo prescrito, y, aunque aún era pronto para que pasase el peligro, nosotros seguíamos creyendo que un milagro era posible para las triprincesas, aunque los médicos, en su deber y afán de mantenernos al corriente de las dificultades que podían surgir, nos repetían, día tras día, que no debíamos hacernos ilusiones.

En la madrugada del 4 de Julio de 2009, tal día como hoy hace dos años, estando embarazada de 27 semanas y 5 días, me desperté de madrugada nuevamente mojada. Le pedí a mi prima, que estaba cuidándome esa noche, que encendiera la luz, y de nuevo contemplé horrorizada que estaba teniendo una hemorragia, similar a la de 18 días antes. Llamamos a la enfermera, que vino y, al comprobar lo que estaba pasando, decidió llamar a un celador para que me bajase a Urgencias.

Al llegar allí, me exploró una matrona y me dijo que ya tenía asomando una cabeza, así que era necesario hacerme una cesárea de urgencia. La ginecóloga pasó a verme y me dijo cómo se iba a proceder, le pregunté si en esa semana de gestación mis hijas ya podían ser viables, y me dijo que era demasiado pronto, y que no me podía dar ninguna garantía de que fueran a vivir.

Las auxiliares y enfermeras me prepararon rápidamente para entrar a quirófano. Yo pedí que llamaran al sacerdote del hospital para que viniera a darme la Unción de Enfermos, por si finalmente les pasaba lo peor a mis hijas. Mis padres y mi marido llegaron raúdos y veloces al hospital, pocos minutos antes de que yo entrara a quirófano.

Entré asustada al paritorio, con dudas sobre si iba a dar a luz a mis triprincesas o me las iban a extirpar, porque nos habían puesto todo tan negro... El anestesista y la ginecóloga me dijeron que, por ser una cesárea de urgencia y por temor a lo que pudiera pasar a las niñas, era preferible ponerme anestesia general. Me dormí suplicando entre gritos, desesperada, que salvaran a mis hijas.

Me desperté invadida por una amarga sensación de derrota. Pensé:-"Todo ha acabado". Aún estaba en quirófano, y me quedé inmóvil, mirando al techo, sin decir nada, sin capacidad siquiera para suplicar al Cielo una vez más. Fue el anestesista quien vio que me había despertado y me dijo:-"¡Hey! ¡Si ya estás despierta! ¿Qué pasa, no piensas preguntar por tus hijas?". -"No me atrevo"- respondí. -"Han nacido con buenos Apgar. Están estables, y, sobretodo, muy vivas". El corazón me dio un vuelco. La sensación de derrota se convirtió nuevamente en esperanza. Entonces, como una madre cualquiera al parir, comencé a preguntar sus pesos, cómo se encontraban, dónde estaban... Y salí del quirófano inmensamente alegre. Una enfermera me pidió que le diera sus nombres, y se los asignamos en orden de elección del mismo, según el orden de nacimiento: Elisa, la primera, nacida a las 5:43 am, con 940 gramos de peso; Isabel, la segunda, nacida a las 5.44 am, con 930 gramos de peso; y Elena, la tercera, nacida a las 5:45 am, con 1´010 Kgs de peso.

Conforme nacieron se las llevaron a la UCI de neonatos. Precisaban respiración asistida, así como transfusiones y otra serie de tratamientos, todo derivado de su prematuridad. Yo pude verlas por primera vez 48 horas más tarde de su nacimiento, puesto que había perdido mucha sangre previo a la cesárea y durante ella, y estuve dos días muy convaleciente, sin poderme siquiera sostener sentada.

Elisa y Elena estuvieron dos meses ingresadas en neonatos, uno de ellos en la UCI y otro en boxes. Tuvieron alguna que otra dificultad, pero la superaron sin problemas. En Septiembre de 2009 la médico les daba el alta y nos las llevábamos a casa.

Isabel necesitó un mes más de hospitalización, dos meses los pasó en la UCI por severos problemas respiratorios y el tercero en boxes. El 1 de Octubre de 2009 al fin pudo venir a vivir con nosotros a casa.

Hoy hace dos años de su nacimiento, de la noche más angustiosa de mi vida... y a la par, del mejor día de mi existencia, sin lugar a dudas. Nunca podré agradecer lo suficiente a Dios que hiciera posible lo que para la medicina era imposible. A día de hoy tengo tres hijas sanas y felices, que ya hablan un montón, corren, saltan... los médicos dicen que se han igualado con éxito en peso, altura y desarrollo a cualquier niño de su edad nacido a término.

Son niñas risueñas, sociables, cariñosas... se hacen querer, quienes las conocen lo saben. Huelga decir que yo quiero a mis triprincesas más que a nada ni a nadie en este mundo, ¿verdad?

Aunque su cumple es hoy, el sábado hicimos una fiesta con la familia y los amigos para celebrarlo. Este año parece que se enteran un poco más de qué va el asunto, estaban entusiasmadas viendo tanta gente en casa, jugaron mucho, hicieron muchas gracias... ¡¡se las veía tan contentas!!

Hubiera sido delito que una madre aficionada a la cocina como la suya no les hubiera hecho una tarta, así que, condicionada por el factor tiempo y por la cantidad de faena que tenía entre el trabajo y la preparación de su fiesta, les hice la tarta-tren que veis en la foto de arriba. Los bizcochos son pasteles de chocolate de Hacendado. Las ruedas las hice con Filipinos y Mikados, y tanto la locomotora como los vagones los decoré con nubes, ositos de gominola y Lacasitos. Lo hice fijándome en diversos modelos que encontré en Internet, así como poniéndole toda mi imaginación y mi cariño. ¿Os gusta cómo quedó? A mis triprincesas les encantó, se quedaron tan anonadadas que no fueron capaces de soplar las velitas, y luego comenzaron a coger los lacasitos y los ositos y a repartirlos entre los invitados... se nos caía la baba con ellas, jejejejeje.

Hoy no os cuelgo receta, pues. Os cuelgo con orgullo y embriagada por la emoción, la historia de mis hijas, las tres niñas más valientes y luchadoras (desde antes de nacer incluso) que jamás he conocido: mis triprincesas. Desde aquí les deseo un feliz cumpleaños, y como todos los días, les agradezco que, contra todo pronóstico, se quedaran con nosotros. ¡¡Os quiero, hijas mías!!